Arquitectura fortaleciendo rituales, generando neuroasociaciones.

Una de las labores que como arquitectos desenvolvemos con los usuarios, es el desarrollo de sus rituales. Yendo a el significado de la palabra, un rito es una acción repetida invariablemente, siendo dictado por alguna ideología, o un sistema de creencias. Ergo, si nuestro quehacer entra en el diseñar un espacio que genere en el habitador sensaciones placenteras y posibilitantes mentalmente hablando; es fundamental conocer los rituales posibilitantes que logra el habitador día con día, y con ello, desarrollar la manera de que arquitectónicamente hablando sean factibles.

De igual manera, esta forma de diseñar entra de forma contraria, conocer aquellos malos hábitos del usuario, que desea cambiar, y hacerlo posible con un diseño hostil, que provoque que dicha acción se vuelva tediosa, con ello, determinada actividad no se va a desear realizar con cotidianidad.

A nivel neuronal, las neuroasociaciones son sinapsis establecidas por el sistema nervioso para generar placer a través de determinadas acciones. Como seres humanos, somos seres emocionales, y suelen ser las emociones las que nos impulsan a actuar de ciertas maneras. Por ende, es fundamental tener neuroasociaciones que estén a fin con nuestras metas, ya sea que limiten acciones que no nos convergen, o por el contrario, que posibiliten las que nos ayudan en nuestro desarrollo personal.

La forma en que una neuro asociación se vuelve posibilitante, es vincular dicho fin de la acción con placer, o si queremos limitar esa asociación, se genera un vínculo al dolor. La búsqueda de estrategias que faciliten esos comportamientos son fundamentales, para configuraciones emocionales de apego nuevas; con ayuda de diseños posibilitantes a algún fin, que logren aportar a dichos apegos, puede hacer cambios en la forma de vida.

La idea es generar creencias benéficas para el usuario, las creencias se logran basando las emociones que se asocian a ciertas actividades cognitivas, que dan la sensación de dolor o placer según lo aprendido; y vincular el placer a una toma de decisión poderosa para la vida del habitador.

Si con los diseños, logramos vincular dolor y los malos hábitos del usuario, provocaremos que estos mermen; los humanos estamos diseñados a buscar lo placentero y evitar a toda costa lo que nos genere dolor. Aprovechando esto, podemos apalancar el dolor y placer para diseños que logren los fines del usuario; utilizando nuestra capacidad de convertir dolor en placer y viceversa.

El cerebro humano actúa de dos formas básicas, la búsqueda del placer, y la evasión del dolor; no obstante el placer y dolor están intrínsecamente relacionados, debido a que al momento de sentir dolor, el cerebro segrega a su vez endorfinas, para bloquear las sensaciones de dolor, y provocar euforia. Dicho lo cual, si se genera sensaciones de dolor, que superen las que generan un mal hábito con el placer, esta se ve rebasada y se genera una nueva sinapsis, vinculando ese mal hábito con el dolor.

Cada vez que nuestro cerebro experimenta cantidades grandes de dolor o placer con alguna actividad realizada por primera vez, este busca la causa, y lo registra en el sistema nervioso central, generando una conexión física con dicha acción, llamada “filamento neuronal”, esta es utilizada en la toma de decisiones futuras relacionadas con dicha acción. Con el paso del tiempo, si determinada acción se hizo con frecuencia, y con determinada intensidad emocional, esta genera nuevos filamentos, logrando una línea troncal de pensamiento. Si dejamos de consentir un comportamiento o acción por determinado tiempo, los filamentos se debilitan y atrofian, logrando que el mal hábito desaparezca.

Las neuroasociaciones generan creencias a determinada acción, basadas en el dolor o placer que esta provoca, con ello se genera una cadena de sentimiento, pensamiento y acción, decodificando el mensaje del exterior, condicionando así, el comportamiento del usuario.